En la tarde del 15 de marzo, Belgrado se convirtió en escenario de una protesta antigubernamental a gran escala, cuyos participantes exigían la dimisión del presidente serbio Aleksandar Vucic. Según las estimaciones de la policía, alrededor de 107 mil personas salieron a las calles de la capital, mientras que la organización de monitoreo independiente Public Assembly Archive informó un número significativamente mayor de participantes: hasta 325 mil. Las protestas, que ocuparon el centro de la ciudad, estuvieron acompañadas de consignas que pedían un cambio de gobierno y fueron las más grandes de los últimos años, lo que pone de relieve el creciente descontento con las políticas del actual presidente.
En vísperas de la manifestación, Vucic se dirigió a la nación, calificó las protestas de "ilegales" y acusó a sus organizadores de incitación desde el extranjero, insinuando la intervención de fuerzas extranjeras. Sin embargo, después de la manifestación, que atrajo a cientos de miles de personas, el presidente cambió el tono de sus declaraciones, reconociendo que las autoridades habían "escuchado el mensaje" del pueblo y deberían "aprender lecciones" revisando sus enfoques. Sin embargo, Vucic rechazó categóricamente la posibilidad de dimitir, subrayando que la mayoría de los serbios, en su opinión, están a favor de la estabilidad y no apoyan las “revoluciones de colores”.
“No cederé ante chantajes ni presiones. Mientras yo viva no habrá gobiernos de transición ni fraudulentos. “La calle no dictará las reglas en este país”. — dijo, hablando con los periodistas.
Al mismo tiempo, el presidente expresó su disposición a celebrar elecciones anticipadas en los próximos tres o cuatro meses si la oposición insiste en ello, expresando confianza en su victoria.
"Estoy listo para el veredicto del pueblo, pero la oposición debe aceptar los resultados y dejar de quejarse"., - agregó.
Las protestas en Serbia son parte de una crisis política más amplia alimentada por el descontento económico, las restricciones a la libertad de prensa y las acusaciones de autoritarismo. En los últimos meses, las protestas se han extendido no sólo a Belgrado, sino también a otras ciudades importantes, incluidas Novi Sad y Nis, donde los manifestantes han exigido la dimisión del gobierno, elecciones justas y el fin de la represión contra la oposición. Según organizaciones internacionales de derechos humanos, en 2024 se registraron en Serbia más de 50 casos de detención de periodistas y activistas, lo que provocó críticas de la Unión Europea, cuya pertenencia sigue siendo uno de los objetivos estratégicos de Belgrado. A principios de marzo, la Comisión Europea señaló en un informe que Serbia había mostrado una “grave regresión” en las áreas del Estado de derecho y la libertad de expresión, lo que podría complicar las negociaciones de adhesión a la UE.