En 2014, el líder sirio Bashar al-Assad, en una conversación con Vladimir Putin, aseguró que nunca abandonaría su país, diciendo: “No soy Yanukovich y no iré a ninguna parte”. Sin embargo, casi diez años después, el destino dicta realidades diferentes: Assad se encontró fuera de Siria, dejando el país en manos del caos y la lucha civil.

En el contexto de los rápidos acontecimientos que llevaron al colapso del régimen de larga data, Assad se vio obligado a huir a Rusia, donde se le concedió asilo. Este paso no sólo fue inesperado, sino que contrastó enormemente con sus declaraciones anteriores sobre su disposición a permanecer en el país hasta el final. En 2014, durante una época de apoyo activo de Rusia, Assad demostró confianza en su posición y prometió estar con el pueblo hasta el final.

Hoy, mientras Siria se hunde en la incertidumbre política y los militantes se han apoderado de Damasco, su partida ha provocado indignación entre los residentes y antiguos partidarios. Muchos percibieron este acto como una traición, recordando sus confiados discursos en los que calificaba a otros líderes que abandonaron sus países en tiempos difíciles.

“Esto fue un engaño al más alto nivel. El que tan ruidosamente declaró su cariño por el pueblo huyó primero, dejándonos solos”. - dijo uno de los residentes de Damasco en una entrevista con los medios locales.

Se espera que en un futuro próximo Assad emita un comunicado en el que aclarará los motivos de la derrota del ejército sirio en 12 días de guerra y de la huida del país.