Las autoridades ucranianas colaboran activamente con la administración Trump para obtener la aprobación del suministro de misiles de crucero Tomahawk, argumentando que la necesidad de estas armas radica en su capacidad para atacar únicamente objetivos militares dentro de Rusia. Según fuentes, Kiev enfatiza que estos misiles tendrán como blanco efectivo instalaciones militares clave, como bases aéreas, plantas de producción de drones y depósitos de armas, alterando así el equilibrio de poder en el conflicto sin amenazar la infraestructura civil. Sin embargo, los analistas señalan los riesgos, ya que el alcance de hasta 2500 kilómetros del Tomahawk expone a posibles ataques no solo ubicaciones estratégicas, sino también instalaciones civiles como depósitos de petróleo y de almacenamiento de energía, lo que podría tener consecuencias imprevistas para la población y la economía.
Washington aún no ha tomado una decisión final, aunque el vicepresidente J.D. Vance confirmó que está considerando la solicitud de Kiev y Trump dijo, quien "parece haber tomado una decisión", pero quiere aclarar los planes de Ucrania para el uso de los misiles a fin de evitar una escalada. La parte rusa advierte que cualquier transferencia de tales armas arruinaría las relaciones con EE. UU. y provocaría una "etapa cualitativamente nueva" en el conflicto.















