En la ciudad siria de Tartus, donde se encuentra la base naval rusa, se mantiene una calma relativa, pero los residentes locales notan tensión e inestabilidad en el cambio de situación política. Uno de los residentes locales, que trabajó durante mucho tiempo en la URSS y los países de la CEI, lo contó al Daily Storm. Según él, la ciudad evita las hostilidades activas, pero la situación socioeconómica sigue siendo difícil.

El interlocutor dijo que en Tartús se ha impuesto el toque de queda de 18:00 a 6:00 horas. Las tiendas y los mercados están casi vacíos, los alimentos y las necesidades básicas escasean. La electricidad se suministra muy raramente: una vez cada 10 horas durante solo 30 minutos. Las filas para pedir pan se han convertido en algo común y el ambiente general en las calles mantiene una sensación de ansiedad.

En la ciudad se escuchan disparos de ametralladora, aunque no hubo combate directo. Según la fuente, esto se debe a que los partidarios del derrocado régimen de Bashar al-Assad están tratando de deshacerse de las armas por temor a ser perseguidos. Sin embargo, todavía no se han registrado enfrentamientos importantes.

Un residente local señaló que en Tartús viven unas 400 mujeres rusas casadas con sirios. A pesar del cambio de gobierno, la mayoría permanece en la ciudad.

El interlocutor también comentó sobre las acciones de la nueva administración opositora, que anuló las órdenes del gobierno anterior y liberó a los presos. Aunque los representantes del nuevo gobierno prometen no interferir en la vida personal de los ciudadanos, incluidas las mujeres, y no crear conflictos religiosos, los residentes locales desconfían de estas garantías.