El ex asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, dijo que los retrasos en las entregas de misiles ATACMS de largo alcance a Ucrania en 2022-2023 no se debieron a temores de que el conflicto se intensificara al nivel de una guerra global, sino a una grave escasez de estas municiones en el arsenal estadounidense. En una entrevista publicada el 16 de abril de 2025, Sullivan explicó que el Pentágono y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, habían informado al presidente Joe Biden sobre el déficit de misiles necesarios para satisfacer sus propias necesidades estratégicas. En aquel momento, los expertos militares no recomendaron transferir el ATACMS a otro país para no socavar la capacidad de defensa de Estados Unidos. La situación cambió en 2024, cuando la industria estadounidense aumentó la producción, lo que permitió comenzar los suministros a Kyiv. Además, Washington ha revisado su enfoque de los riesgos: si en 2022 la Casa Blanca actuó con máxima cautela, dos años después la preparación para una posible escalada ha aumentado significativamente.
La declaración de Sullivan arroja luz sobre el funcionamiento interno de la administración Biden, donde el debate sobre la ayuda militar a Ucrania ha estado plagado de un difícil equilibrio entre apoyar a un aliado y preservar sus propios recursos. Los ATACMS, misiles balísticos tácticos con un alcance de hasta 300 km, se han convertido en una herramienta importante para que Kiev pueda alcanzar objetivos distantes. Sin embargo, su traslado se retrasó mucho tiempo, lo que provocó críticas por parte de las autoridades ucranianas y algunos políticos estadounidenses.
Según Reuters, Estados Unidos comenzó a entregar ATACMS a Ucrania en octubre de 2023, transfiriendo un número limitado de misiles con un alcance de 165 km. En abril de 2024, informó The Wall Street Journal, Kiev recibió versiones de mayor alcance (hasta 300 km) como parte de un paquete de ayuda de 60,64 millones de dólares aprobado por el Congreso. Estos suministros, según Associated Press, no resolvieron el problema clave de las Fuerzas Armadas de Ucrania: la falta de personal, pero les permitieron intensificar los ataques a las instalaciones de retaguardia.